viernes, 9 de agosto de 2013


 RAZONES POR LAS QUE SOY ATEO


¿Y por qué únicamente dos? Porque aquello que se puede explicar de forma sencilla, no hay motivo para complicarlo.
            Así que, quizá, el artículo de hoy sea más corto de lo habitual.

Primera razón.

Por la facilidad con la que distingo como mitos las religiones y los dioses de otros lugares, de otras gentes, de otras épocas.

Almas vagando en ciclos casi eternos de vidas y muertes. La reencarnación. Esa es una de las creencias básicas de varias religiones orientales.
Queremos seguir vivos. La nada, para el ser humano dominado por el instinto de supervivencia, no tiene ningún atractivo. La imaginación le hace fantasear con una parte inmaterial –el alma– que sobrevive a todo y que viaja,  por ejemplo, de cuerpo en cuerpo, sorteando muertes como si éstas no fuesen sino pequeños obstáculos en una carrera de fondo.

Ya que hablamos de creencias que vienen de Oriente, déjenme contarles que, hace no mucho, una mujer (española) se sinceraba conmigo y me confesaba con alegría cara a cara que ella, en otra época, fue pastorcilla de ocas.
Quedé tan estupefacto que no tuve tiempo de reaccionar, de demandar más detalles, antes de despedirnos para seguir cada uno con nuestras ocupaciones. Lo único que fui capaz de captar fue su convicción firme.
Se me antoja que moriré con la curiosidad reconcomiéndome, ya que no creo que encuentre el valor de volver a sacar el tema en mi próximo encuentro casual con ella. ¿Qué he de preguntarle exactamente para retomar la conversación? ¿Cómo traigo el tema a colación sin que me traicione mi incredulidad, sin que parezca que me estoy burlando de ella, a pesar de que no sería mi intención?... «Oiga, y eso de las ocas, ¿estaba bien pagado?»

Segunda razón.

Por la facilidad con la que –una vez catalogadas como leyendas las creencias religiosas de otros lugares– me doy cuenta de que la religión de mi infancia es una más entre esas leyendas.

Si tuviera que aceptar como cierto lo que tantas veces me contaron siendo niño, tendría que creer a pies juntillas, entre otras cosas:
-          Que en algún lugar del espacio (la diosfera, llamábamos a ese lugar en un artículo anterior), existe un ente inmaterial que se considera mi padre y creador.
-          Que puedo comunicarme telepáticamente con él mediante la oración.
-          Que por culpa de una mujer que no hizo caso a una serpiente parlanchina cuando ésta le avisó de que no debía buscar el conocimiento, yo nací con una maldición, mancha, pecado.
-          Que ya no tengo esa mancha porque un sacerdote, siendo yo bebé, pronunció un conjuro mágico al mismo tiempo que vertía agua sobre mi cabeza.
-          Que sin esa ceremonia, yo no hubiese podido entrar al club privado que ese padre tiene reservado a sus seguidores para cuando mueran.
-          Que, una vez cumplido ese requisito líquido fundamental, yo podré entrar a su club siempre y cuando crea en él, le venere, le adore y le ame sobre todas las cosas... A él, a su hijo y a una paloma, que en realidad son la misma cosa, ya que no son tres, sino uno.

Tras releer el listado anterior, vuelve a asaltarme la gran duda que empezó a perseguirme mientras escribía ¿Dónde está Dios, papá? y que ha seguido persiguiéndome en cada artículo de este blog...
            ¿Cómo puede seguir tanta gente adulta, aún hoy, creyendo ciertas cosas? ¿Cómo puede ser que la mayor parte de la población mundial tome como ciertas leyendas que, a todas luces, no son sino eso, leyendas?
            Sé que el miedo a la muerte, para muchos, es más fuerte que cualquier posible razonamiento.
Entiendo también que, sea cual sea la religión en cuestión, el adoctrinamiento que se sufre en la infancia suele ser intensivo y despiadado.
Y sin embargo, no consigo dejar de hacerme la misma pregunta: ¿cómo puede ser?
            Les animo, queridos lectores, a que en sus comentarios traten de darme alguna clave más para que consiga comprender ése que para mí es un enorme misterio... ¿cómo puede ser?


Si les parece bien, volveremos a vernos por aquí, en este blog, el primer fin de semana de septiembre.
            Entretanto, les invito a que siga

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